jueves, 24 de enero de 2013

ESCULTURA: ELEGÍA


"Elegía"
Chapa  de hierro y piedra
24 x 31,5 x  21 cms.
Colección del Autor

He estado a punto de comenzar esteblog compartiendo en primer lugar mis obras más antiguas, de irme presentandotal como era para terminar diciendo como soy,... pero no, compartiré primero mi hacer actual, y poco a poco mi pasado, retrocediendo en el tiempo de m ihistoria personal.
“Elegía” es el título de mi última escultura acabada, un lamento por lo que en su día fue y ya no está, por la conciencia de la finitud, por lo efímero de lo que amamos,…
La idea surge de la lectura del poema con el mismo título compuesto por Miguel Hernández a la muerte de su amigo Ramón Sijé. Conmueve hasta lo más hondo la lectura de este poema, que muestra un alma tan desesperada y rota por el dolor ante la muerte de su amigo que, en lo que parece un ataque de locura, dice:

“Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.”

Todo lo que nos causa dolor por su pérdida se mantiene, de alguna manera, vivo en la memoria, y también este débil consuelo he querido dejarlo representado en la obra. A través de las piezas férreas que forman ese rostro descarnado que representa todo lo perdido, puede verse, en el lugar que debería ocupar el cerebro, la calidez de una roca anaranjada que contrasta con el frío color del metal. Debo decir que esta piedra, con el fin de aumentar el carácter simbólico de la obra, la busqué y hallé en las costas de Orihuela, localidad de la que era natural Ramón Sijé

2 comentarios:

  1. Elegía
    En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
    ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con
    quien tanto quería.
    Yo quiero ser llorando el hortelano
    de la tierra que ocupas y estercolas,
    compañero del alma, tan temprano.
    Alimentando lluvias, caracolas
    y órganos mi dolor sin instrumento
    a las desalentadas amapolas
    daré tu corazón por alimento.
    Tanto dolor se agrupa en mi costado,
    que por doler me duele hasta el aliento.
    Un manotazo duro, un golpe helado,
    un hachazo invisible y homicida,
    un empujón brutal te ha derribado.
    No hay extensión más grande que mi herida,
    lloro mi desventura y sus conjuntos
    y siento más tu muerte que mi vida.
    Ando sobre rastrojos de difuntos,
    y sin calor de nadie y sin consuelo
    voy de mi corazón a mis asuntos.
    Temprano levantó la muerte el vuelo,
    temprano madrugó la madrugada,
    temprano estás rodando por el suelo.
    No perdono a la muerte enamorada,
    no perdono a la vida desatenta,
    no perdono a la tierra ni a la nada.
    En mis manos levanto una tormenta
    de piedras, rayos y hachas estridentes
    sedienta de catástrofes y hambrienta.
    Quiero escarbar la tierra con los dientes,
    quiero apartar la tierra parte a parte
    a dentelladas secas y calientes.
    Quiero minar la tierra hasta encontrarte
    y besarte la noble calavera
    y desamordazarte y regresarte.
    Volverás a mi huerto y a mi higuera;
    por los altos andamios de las flores
    pajareará tu alma colmenera
    de angelicales ceras y labores.
    Volverás al arrullo de las rejas
    de los enamorados labradores.
    Alegrarás la sombra de mis cejas,
    y en tu sangre se irán a cada lado
    disputando tu novia y las abejas.
    Tu corazón, ya terciopelo ajado,
    llama a un campo de almendras espumosas
    mi avariciosa voz de enamorado.
    A las aladas almas de las rosas
    del almendro de nata le requiero,
    que tenemos que hablar de muchas cosas,
    compañero del alma, compañero.

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  2. Me parece interesante que la poesía de Miguel Hernández pueda ser leída, y cuántas más veces, ¡mejor! ¡Es impresionante!, la poesía claro. Ésta nos habla del dolor que se siente por la muerte de un ser ¡tan querido!, en este caso de su amigo Ramón Sijé. Miguel Hernández nos dice “Temprano levantó la muerte el vuelo…”, no sabía que las Parcas vendrían a buscarle a él también, ¡tan temprano!... Esta poesía podría dar mucho de qué hablar, pero voy a centrarme en la escultura que nos presenta el escultor Vicente Jiménez García.
    La escultura, se nos presenta en un lenguaje figurativo. No dejemos que nos lleve a error aquello que se ve a simple vista. Es una calavera que surge de alguna parte -posiblemente de “la tierra que ocupas y estercolas”-. El material, no elegido al azar, el hierro, que contrasta con la piedra (que según dice el escultor está tomada de la tierra que arropa el cadáver de su amigo, Ramón Sijé, de “…Orihuela, su pueblo y el mío…”) de color cálido, y de fácil descomposición.
    El escultor ha sabido captar el deseo del poeta Miguel Hernández cuando dice: “…quiero minar la tierra hasta encontrarte/ y besarte la noble calavera/ y desamordazarte y regresarte…”, el lenguaje figurativo que utiliza no nos debe desviar de la profundidad con que el creativo iguala su escultura a las palabras del poeta. Incluso va más allá, hace que los deseos del poeta se hagan realidad, y regresa la calavera. Y recreando ese momento escénico podemos observar el contraste del frío hierro que representa la muerte física, con la calidez de la piedra que representa lo intangible, lo frágil, y sin embargo, lo perdurable, aquello que hace que la muerte no sea el fin de nuestra relación con la persona amada.
    Una vez arrebatados de nuestro estado anímico y llevados al momento escénico, comienza el éxtasis que nace de la imaginación, de la esperanza, de la certeza a la que se llega una vez que se ha perdido a un ser querido, y es que algo o todo permanece para siempre, ese algo es lo intangible del ser humano, (en este caso representado por la calidez de la piedra de Orihuela) que le hace que sea más importante que lo físico. Es un momento anhelado y querido por el poeta, y el escultor lo representa con la calavera resurgiendo, con un rostro sereno, idealizado, no turbado por la podredumbre humana. A través de la cual se intuye el secreto, sólo entendido por quién ha perdido a un ser tan querido. Secreto, que no es otro que sentir la presencia del ausente que invade su universo, que el escultor representa haciendo que la piedra de Orihuela prevalezca, gracias a la calidez visual, sobre el resto de la escultura, para lo que ha tenido que someter al frío hierro.
    ¡Es impresionante, ver cómo una obra de arte, la poesía, es universal!, ¡ver cómo a pesar de que haya pasado casi un siglo es un tema actual!, ¡ver cómo la empatía creativa participa de temas recurrentes que nos permiten a los receptores disfrutar de diferentes lecturas, las cuales nos enriquecen.
    Lola Lirola

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